He aquí el prólogo escrito por Aingeru Mayor para el libro
"Dale a tu criatura 100 posibilidades en lugar de 2" de Kristina Henkel y Marie Tomicic (Suecia) editado en español por la Editorial GatoSueco.
Prólogo
¿Por qué si eres niña has de ser una princesa y si eres niño un campeón?
En
nuestra sociedad se espera de las niñas que jueguen con muñecas y
cocinitas, que sean atentas y educadas, que no griten mucho, que usen
lindos vestidos (¡y que no los ensucien!), que se pongan guapas, que
sean rosas... Y de los niños se espera que jueguen a súper-heroes, que
les guste el fútbol, que sean valientes, que no lloren “como si fuesen
niñas”, que sean azules...
Esas expectativas se convierten en
imposiciones, la mayoría de las veces en formas tan sutiles que ni nos
damos cuenta, y funcionan como una apisonadora: aplastando las
diferencias. Esa maquinaria la alimentamos cada una y cada uno de
nosotros, en multitud de pequeños gestos cotidianos. Porque la sociedad
no es un ente abstracto: somos todas y todos nosotros.
Esa
apisonadora pasa por encima de un hecho universal: como sujetos sexuados
que somos, todas y todos tenemos rasgos femeninos y masculinos. Y, no
nos confundamos, “femenino” y “masculino” hacen referencia a aquellos
rasgos que se dan con más frecuencia en un sexo que en el otro, y no a
rasgos propios de un sexo o del otro, puesto que no existen rasgos
exclusivos de los hombres, ni de las mujeres: todos los caracteres
sexuales, todos, son compartibles y se dan, en diferente medida, tanto
en ellas como en ellos.
Muchas niñas llevan el pelo largo, y
algunos niños también. A muchos niños les gusta jugar a fútbol, y
también hay niñas a las que les encanta, y niños a los que no. Los
chicos suelen tener la voz más grave que las chicas, pero hay chicas que
la tienen mucho más grave que la mayoría de los chicos. La mayoría de
las niñas tienen vulva y la mayoría de los niños tienen pene, si; y
también hay niñas con pene y niños con vulva. Y no olvidemos que hay
niñas y niños cuyos genitales no se parecen ni a un pene ni a una vulva,
o que se parecen a ambos; e incluso quienes no tienen genitales. Y que
hay niñas con cromosomas XY y niños con cromosomas XXY. Y también quien
no se siente ni niña ni niño. Incluso hay niñas que usan pantalones
(hace 100 años no las verías por la calle) y niños a los que les
encantan los vestidos y las diademas (y que a día de hoy por la calle
apenas verás).
En esta sociedad, a aquello que se da más
habitualmente se le dice lo normal. Y ¡cuidado!, porque, como por arte
de magia, convertimos lo normal en la norma. Es decir, lo que suele ser
en lo que debe ser. Castigando a quienes se salen de la norma, a quienes
en algún rasgo no son como la mayoría... haciéndoles sufrir por ello. Y
hagámonos cargo que si hablamos de lo normal, entonces damos por bueno
que existe lo anormal...
Caminar hacia la igualdad de derechos y
de oportunidades sólo tendrá sentido si a la vez ponemos en valor y
cultivamos la diversidad. Es importante que no equivoquemos luchar
contra las imposiciones de género, con negar la existencia de niñas y
niños, con negar la existencia de rasgos que observamos más
frecuentemente en uno que en otro sexo... porque justamente esto es la
diversidad sexual: la diversidad generada por el sexo, por los sexos.
La
diversidad es uno de nuestros valores más valiosos. Ante esa
apisonadora que pretende conseguir que los niños sean de una manera y
las niñas de otra, que pretende hacerles iguales, a ellas por un lado y a
ellos por otro, hagamos espacio al arco iris de la diversidad sexual:
que cada niña, que cada niño pueda ser quien es, que pueda ser como es,
expresarse como le gusta, desarrollando sus gustos y sus intereses, en
masculino y en femenino, extendiendo sus alas en todo su esplendor... Y
así poder volar.
Dale a tu peque cientos de opciones, todas las opciones, para que tenga así la opción de ser quien es. La opción de ser.
Aingeru Mayor
(padre de dos niñas, sexólogo y autor del libro “Niñas y niños”)
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