2010/12/05

"La sexualidad: una alternativa". Carlos Menéndez

Transcripción de la charla del 14 de Enero de 2000 en “La Bolsa” (Bilbao)

Cuando analizábamos en la primera parte del ciclo “La mujer una alternativa” los potenciales femeninos, citábamos como una de las grandes capacidades a tener en cuenta, el potencial intelectual que la mujer tiene. Quedaba claro que era un potencial que hasta ahora no se había valorado. Pero si analizamos con detenimiento este potencial, nos encontramos con que esto, puede llegar a ser un impedimento para que la mujer entre en la ternura. No por que no sea inteligente, sino porque la inteligencia que la mujer esta utilizando es una copia de la masculina. No es la esencia de la femenina, y esto es algo que se debe recuperar. De todas formas no podemos entender ese código intelectual aislándolo de la sociedad en la que estamos. Una sociedad patriarcalista, que dirían algunos, o machista pura que dirían otros. Nosotros diríamos mucho más; una sociedad potenciada por el macho que es el débil, para someter a un grupo mayoritario como es el femenino. Algo que desde el punto de vista social, si tiene su importancia, porque pretender, como hemos pretendido, tener al margen a la mujer durante tantos periodos de la historia, nos ha traído cómo consecuencia la sociedad en que hoy estamos viviendo.

Es decir, cuando la mujer ha llegado a creerse, si no todas, si una parte importante, que el código de igualdad es posible, el poder la ha comprado, y la ha metido en una sociedad de consumo, donde el poder adquisitivo que le da hoy independencia, la ha convertido en un ser consumista mayor del poder, mayor que antes cuando el código era machista. Y esto no porque se haya liberado del código machista, sino porque estamos en una sociedad de consumo que antes no existía.

Pero lo que nos interesaba analizar es el potencial intelectual de la mujer. Nos encontramos que cuando queremos ver desde esta sociedad, porque no se puede vivir la ternura, vemos que todavía en los códigos de igualdad, la mujer no se ha liberado de la opresión del macho. Y no se ha liberado de la opresión del macho, porque tampoco hay ningún interés por parte del poder de que esto ocurra. Podemos analizar como se nos vende esto desde los medios de comunicación. Sin discutir el que quieran informar o no, es terrible observar la imagen que dan de la mujer como un ser débil al que hay que proteger, porque sino los malos maridos las maltratan y las pegan. Y se vende ahora la historia así, porque al revés sería imposible. Es cierto que abundan los maltratos y asesinatos de mujeres por sus maridos, es algo evidente, algo que no vamos a negar. Pero, aunque minoritarios, hay también casos de mujeres que asesinan a sus maridos; sin embargo, esto no aparece en la prensa, o por lo menos, no con la misma trascendencia o intensidad. Porque, quizá, el interés no está tanto en denunciar toda esa realidad, toda esa violencia, sino en mostrar a la mujer como un ser frágil, un ser indefenso, un ser a proteger.

¿Cuál es la consecuencia de todo esto? Que cuanto más conciencia tiene la mujer de ser mujer, más conciencia tiene de defensa. Así la mujer no potencia su ser intelectual, sino que lo está proyectando a través del macho. Acabaran llegando mujeres a la luna, pero con hombres policía, no sea que los selenitas las violen. Es el esquema último que nos están vendiendo del ser femenino.

Estos ejemplos aparentemente anecdóticos sin mucha trascendencia, porque tampoco son muy mayoritarios, si que están creando una conciencia terrible en contra del código de la ternura. Y la mujer se sigue defendiendo de su ser sexuado en contra de su propia experiencia de mujer.

Todavía no nos hemos liberado de una conciencia sexual reproductora, de tal manera que en esta conciencia reproductora, el código de igualdad no se da. Hemos hablado mas de una vez, que en un código reproductor, la mujer no tiene códigos de igualdad con el macho, porque el macho no tiene ninguna responsabilidad, en todo caso la ejercerá luego, mientras que la mujer, desde el mismo momento en que queda embarazada, ya esta ejerciendo la responsabilidad. Conciencia sexual reproductora, que obligaría o ha obligado, por lo menos los sexólogos no han dicho lo contrario, a una sexualidad penetrativa. Se nos ha hecho creer que la sexualidad valida es la penetrativa, eso sí, con prevención, pero al fin y al cabo penetrativa. Sin explicar claramente que lo importante del encuentro entre el hombre y la mujer, no es la eyaculación del hombre y menos dentro de la vagina de la mujer, sino la capacidad de disfrutar, que los dos como personas humanas que son y, por tanto, seres sexuados, tienen. El derecho a disfrutar de la vida.

Este código, que seria la clave de la manifestación de la ternura, debido a esta intelectualización masculina, hace que la mujer, hoy, no sea mas que un plato fácil, para un hombre que sigue sin madurar en el encuentro con la mujer. Es decir, desgraciadamente los hombres cuando hablamos de mujeres, seguimos hablando de cantidad, no hablamos para nada de la calidad de nuestros encuentros. Y la intelectualización de la mujer esta haciendo que la calidad no pase a ser la causa o la moneda de intercambio, sino la cantidad. Y estamos encontrando a mujeres que creen que son muy sexuadas porque al igual que los varones, poseen a muchos hombres. Este código de igualdad que podíamos haber metido por la vía intelectual de la mujer, esta siendo un código despectivo para la hembra. De tal manera, que el derecho de disfrutar, sigue sin ser un derecho de la hembra, porque cuando se le habla de sexualidad sigue asociando sexualidad a reproducción, y por lo tanto a entender que si va a compartir con un hombre, es por que de alguna forma va a disponer que sea poseída por él.

Este código está rompiendo y esta impidiendo que la ternura llegue a la comunicación. Y así, sigue necesitando la mujer el meter códigos de seguridad, es decir, el meter afectos para seguir disfrutando de su cuerpo, como si el hecho de querer a alguien en concreto estuviese relacionado con su ser placentero. Esto que es una opción, y no nos metemos ahí, como opción que es, hay que decir que es falso si se toma como un elemento genérico. La mujer tiene capacidad de disfrutar siempre, y el disfrutar nunca tiene porque llevar asociados efectos secundarios. La mujer no tiene porque exponerse para disfrutar, ni tiene porque prevenir ningún tipo de anticoncepción. La mujer tiene la capacidad de disfrutar de su cuerpo sin necesidad de juegos reproductores y esto es muy importante a la hora de analizar el campo de la ternura. Porque la mujer, si mete sentimientos, vuelve a no jugar a la ternura, va a jugar a lo que el macho le dice que quiere que haga ella. Y si juega a la ternura tiene que cambiar el chip, tiene que cambiar el código reproductor por el código del placer, cosa que no está de alguna forma ni especificado, ni concretado, ni permitido en esta sociedad.

Todavía estamos en esta sociedad entre la disculpa y el castigo. O soy merecedora y lo recibo y soy merecedor y me lo gano, o de alguna forma pido perdón y se perdona. El problema en el código reproductor es que no cabe el perdón, y sin meternos en el tema del aborto y sin posicionarnos sobre él, si podemos decir que el aborto, aunque sea necesario para la mujer, no es una solución para la mujer. La opción de poder disponer de la interrupción voluntaria del embarazo no es discutible y menos por un hombre. Pero ningún hombre que se sitúe como tal dejará a una mujer embarazada. Dejando esto claro, el código de igualdad tiene que pasar, no por el derecho de ser, sino de ejercer ese derecho. Esto es algo muy importante, mientras la mujer no se descubra a sí misma, no tiene posibilidad de ejercer su cuerpo. Y de la misma forma que la mujer tiene que descubrir y utilizar su cuerpo para aprender de él, a los hombres habrá que decirles que tendrán que prescindir de su pene y descubrir el resto de su cuerpo, así descubrirán su código de igualdad. Porque si el hombre no descubre más experiencia sexual que la de su pene, si no cambia el código, no hace nada más que sustituir, sigue sin aprender nada y no va a poder comunicar lo que no sabe.

Sin querer excluir el genital en el hombre, si hay que decir que no es el summum del placer, tal y como se nos hace ver, sino una forma más que tiene de disfrutar. Y al igual que el hombre tiene que traspasar el ámbito de su genital para entrar en campo del pacer y disfrutar de todo su cuerpo, la hembra tiene que re-descubrir esa parte de su cuerpo que tiene prohibida. Y siempre que lo ha ido a ejercer, desde el proceso histórico se le ha hecho creer que el juego es desde fuera, no desde ella. No esta en disposición de ofertar su cuerpo, es decir: “quiero esto y esto, y así seré placentera, y tu pídeme lo que tu quieras”…Sino que es un juego de poder y se tiene que dejar someter para poder entrar en la "igualdad". En el momento en que la mujer, por este código que hablábamos de inteligencia, entiende que tiene que dejarse poseer para poder entrar en el juego sexual, está rompiendo el código de la ternura. Porque la ternura no es un factor sentimental, sino que es el potencial de comunicación más importante que tenemos las personas.

No cabe duda que desde la ternura se llega a la querencia, pero no está nada claro que desde la querencia se llegue a la ternura. Tenemos multitud de experiencias de parejas que se han querido y que el juego sexual en cambio, no ha sido nada agradable ni divertido, sino todo lo contrario, por lo menos para ella. Pero no conocemos a nadie que jugando desde la ternura pueda decir que la experiencia de su juego sexual sea mala. Puede incluso que no convivan, pero su experiencia sexual siempre será buena.

Y esto es algo que nosotros tenemos que potenciar, porque lo que a nosotros nos interesa es ver la sexualidad como una alternativa. Como una alternativa contra esta sociedad que cada vez tiene menos de humana, en la que se están queriendo comparar situaciones placenteras con situaciones exclusivamente de poder, que no tienen nada que ver con el placer. La posesión, la cantidad, el poder económico que son factores que van muy relacionados con el dominio del sexo, no tienen nada que ver con la identidad sexual. Es decir, para ser placentero no se necesita tener ni dinero, ni tener poder, ni ser macho ni hembra, solo se necesita tener espíritu de compartir. Y el primer espíritu tiene que empezar con uno, para luego poder traspasar el ámbito individual y poder pasar al colectivo.

La individualidad de la pareja es una opción, pero no es un fin, no es una meta, y esto hay que dejarlo muy claro. Porque muchas veces nos encontramos que cuando hay separaciones de pareja se vive una ruptura excesiva y desproporcionada a la realidad objetiva. Porque muchas veces lo que estamos echando en falta, no es una pareja para compartir, sino códigos de seguridad que no tienen nada que ver con el ser pareja para compartir.

Este potencial intelectual del que hablábamos, que insistimos que la mujer tiene que recuperar porque lo tiene que poner en practica, va muy condicionado también a otro de los potenciales femeninos que es su adaptabilidad al entorno. Adaptabilidad al entorno no es someterse a él, no es someterse al entorno. Ni adaptarse a un hombre es someterse a él, ni adaptarse a una mujer es someterse a ella. Adaptarse es ver cual es mi potencial comunicativo con esa persona, que le puedo dar y que me puede dar, y si esa experiencia es valida o no. Si es valida compartiré sin ningún problema, si no es valida, compartiré lo que es valido. Yo no tengo porque estar queriendo transformar cosas. Esta adaptabilidad al entorno es un potencial en muchísimas mujeres, igual ocurre en el hombre, aunque del hombre es mejor no hablar, porque el hombre desde su poder ya lo ha adquirido. Pero ocurre que el hombre lo ha sabido utilizar mal y ahora lo está padeciendo. Si lo utilizase bien, posiblemente seria un potencial igual al que hay en la mujer. Lo que ocurre es que la mujer tampoco lo está utilizando bien, y así la adaptabilidad al entorno en muchísimas mujeres se convierte en querer cambiar a la persona que tengo al lado. Da lo mismo que sea un hombre o una mujer, esto está haciendo que se malogre la convivencia, y que, por tanto, no se den fases de ternura. La base de la ternura no está en cambiar a la persona sino en aceptar a la persona tal como es, y desde ahí, desde ese hecho, construir.

Y no hay defectos, eso es un código social, la persona no hace nunca las cosas mal. Puede ser que la imagen cuando va afuera se perciba mal, pero esto ya es un problema en todo caso nuestro. Hay un psicólogo humanista muy importante, que en su terapia trabaja el espejo, esto es, devolverle a la persona, es decir, al cliente, aquello que le está cuestionando, aquello que está diciendo que está mal, y que sólo lo ve mal, porque lo ve mal en si mismo. No hay mal, si yo no veo las cosas mal; y si las veo, lo que me tengo que preguntar es si es problema mío. Si es un problema mío, quizás lo que tenga que hacer es adaptarme. Ver de que manera yo, esto que es mío, lo valoro en positivo. Así ya no lo padezco más, sino que lo disfruto. Y simplemente lo oferto, sin más. No intento transformar la realidad, porque transformando la realidad, algo imposible por lo demás, lo único que hago es crear campos de culpabilidad.

El campo de la comunicación sexual está lleno de culpabilidades. Esto queda claro en las terapias, donde cantidad de parejas, habiendo hecho lo único que sabían o querían, hablan de lo mal que lo han hecho, teniendo por única referencia que el otro lo ha vivido muy mal. La única responsabilidad sería la de mejorar, entendiendo que lo que damos, es lo que sabemos, y que queremos aprender más, para poder dar más. Aquí entraría la convivencia, entraría la puesta en común, seria empezar a convivir lo que realmente queremos; y no intentar transformar el medio, con lo cual deterioro todo. Esto es una clave muy importante, no tengo que cambiar nada, tengo que aceptar lo que tengo. Y ver si, desde ahí, yo puedo construir o no.

Después de ver estos elementos, sería interesante analizar los roles masculinos, desde un código que es el de la autoridad. En los roles masculinos se les da a los machos un código de autoridad que está siendo mal interpretado por el hombre y la mujer. La autoridad del macho no está en tener poder, sino en ser disponible del poder que tiene. Entendemos la autoridad como situación de derecho, de poder sobre el otro y aquí la autoridad es servicio. El hombre por tener una sexualidad puramente biologicista tiene que estar en función del servicio. Es decir, no existe ninguna mujer responsable del embarazo. Solamente el hombre es responsable del embarazo de la mujer. La responsabilidad la tiene el hombre en el contacto sexual, sea cual sea la mujer con la que se relaciona: prostituta, esposa, amante, querida… Cuando eyacula en la vagina de la mujer no está asumiendo el papel de ser un hombre con autoridad, sino el de ser un crío con poder. La autoridad del macho pasa por ser un dador y por tanto un ser ofertante. El macho no es capaz de verlo por su cuenta. Esa capacidad de adaptación al entorno que tiene la hembra le debería poner en su sitio.

Si pusiéramos la autoridad del rol masculino en su sitio y aplicáramos la capacidad de adaptabilidad al entorno, tendríamos que decir que el hombre y la mujer son iguales, y por lo tanto se tienen que complementar, y el complemento fundamental es que son personas humanas, que tienen que ser ofertantes y por tanto placenteros en su ternura. Sin ternura no hay igualdad, sin ternura no hay capacidad de encuentro, sin ternura se ejerce el poder, algo que muchas veces en nuestras relaciones de pareja nos encanta. Nos encanta que se ejerza el poder, nos encanta que mi pareja nos haga todo: la cama, el zumo por las mañanas… pero no deja de ser eso una actitud de niño, como nos encanta que mi marido nos dé todo, pero no deja de ser una actitud de niña. El hombre y la mujer son personas humanas que tienen derechos y obligaciones, que deben ser respetadas y tenidas en cuenta y responsables en todo momento de sus actos. La ternura es la base de la comunicación y por tanto de la independencia del hombre y la mujer.

En el código de la ternura tendríamos que llevar hasta las últimas consecuencias esta frase: Yo que en realidad quiero, no quiero ser yo; yo que quiero, quiero ser tú, para que tú, que quieres, quieras ser yo, y entre tú y yo se dé siempre la igualdad. Yo que no quiero ser yo contigo, sino que quiero ser tú, para que tú que no quieras ser tú, quieras ser yo, y de esta manera tú y yo, nos encontremos en la igualdad, y podamos jugar a la ternura como expresión nuestra, y no como un débito, sino como un favor y podamos compaginarnos en la ternura, en la comunicación, en el placer, y en el amor. Si soy un dador y quiero compartir contigo, ya no quiero ser yo, quiero estar contigo. Por que tú eres importante para mí. Estamos hablando de la ternura y definíamos la ternura, como esa capacidad que tenemos de ser importante para ti porque tú eres importante para mi. Solo yo que no quiero ser yo contigo, sino que quiero ser tú, y tú que no quieres ser tú, sino que quieres ser yo nos encontraremos en la ternura, es la única manera. Y por tanto estaremos hablando de la igualdad. Ya no haré las cosas, porque yo quiero ser la princesa, o porque yo quiero ser el macho, sino que haré las cosas porque quiero que seas mi princesa o porque quiero que seas mi macho. Y así no tendremos que echarnos en cara nunca nada.

Cada vez que hablamos de los valores que tienen las mujeres, las mujeres no entienden. Y tenemos que volver a decir una y otra vez que entendemos por ternura la capacidad que yo tengo de ser importante para ti, porque tú eres importante para mí. Y esto sería el código de igualdad. Es decir, yo no tengo que hacer nada para deslumbrarte, ni tu tienes que recibir no sé que para deslumbrarte. Tú y yo simplemente compartimos lo que tenemos; en el fondo de nuestro discurso está esto. Yo que no quiero ser yo, porque el ser yo, supone excluirte, y te quiero incluir. Luego yo cuando quiero estar contigo, lo que quiero es estar contigo, no conmigo; y si tú quieres estar conmigo, y no contigo para estar conmigo, nos encontraremos. En este código se daría la igualdad porque no iría a buscar nada. Iría a dar, porque sería consciente de que yo soy un caudal dador, lo más importante de este mundo. Y te he metido en mi mundo, por tanto te tengo que hacer feliz, porque esta es mi clave, y si tu tienes la misma clave que yo, hablaremos de igualdad. Hablaremos de ser Hombre-Mujer (y no hombre y mujer) capaces de compartir. Llamarlo andrógino o de otra manera, pero mi parte masculina y mi parte femenina se tienen que ensamblar en un yo profundo que es la comunicación.

La seducción no es mas que que tú te conviertas en un ser exclusivo para mí, de tal manera que yo rechace al resto y te elija a ti. Aquí yo no estoy siendo nada importante, aquí el importante estás siendo tú. Aquí no hay ningún campo de igualdad, por eso yo, sino tomo conciencia desde mí, voy a utilizar a todas las princesas que se pongan en mi camino. No a las mías, sino a las que se me ofrezcan. Pero si tú te ofreces a mí, porque tú estas dispuesta a hacerme a mí tu príncipe y yo voy a ti para que tu seas mi princesa, lo que estamos planteando es la igualdad. Yo no espero nada de ti, porque voy a darte, y tú no esperas nada de mí, porque vas a darme, entonces no te puedo decepcionar y no me puedes decepcionar. Esto es lo que de alguna forma es la ternura. La clave la tenemos todos, nadie puede decepcionar a nadie. Cuando yo soy un dador, cuando yo creo en mi, nadie me decepciona y no puedo decepcionar a nadie, porque he dado lo que quiero dar, y por tanto no estoy obligado a nada más. Cuando yo no parto de ser yo lo más importante, es cuando estoy necesitando méritos externos a mí.

Tú, para ser tierna, no tienes porque tener sentimientos, ni meter sentimientos. Esta es la gran mentira. La ternura es el código que te va a llevar a la querencia, pero la querencia no tiene porque llevarte a la ternura. Porque es algo que tú tienes que cultivar, y si has metido sentimientos, ya te sientes en la obligación. Si tú ya me quieres a mí, ya no me puedes pedir nada, te tengo que dar y te tengo que dar bien, si te doy mal es por que tú no vales o porque yo soy malo. Y te decepciono. Esto es lo que estamos oyendo por la calle. Eso no sería posible si jugáramos a la ternura. No puede haber una mala noche en el juego de la ternura, pero en el juego de sentimientos sí. Hay que descubrir que yo soy importante y tengo capacidad de ternura y que el sentimiento vendrá luego, pero funcionamos con códigos morales. Aunque la gente dice que no es católica, tiene un moralismo profundamente católico; sin creer en nada, se prohíben el derecho a disfrutar, un derecho que se tiene por ser persona, y que ya se encarga la sociedad de negarlo. Tenemos que trabajar demasiadas horas, tenemos que estar sometidos a unos jefes, tenemos que tener un tipo de cultura, un tipo de comida. Pero el placer de ser yo algo importante, eso tiene que tener un código. Está muy bien que el que tenga un código religioso, lo haga, pero ¿el que no tiene ese código? Si yo no creo en nada ¿cómo es posible que me obligue en conciencia, por encima de mí? ¿Por que me niego a gozar teniendo un cuerpo que quiere gozar y debe gozar?.

Estamos en una sociedad suficientemente agresiva, como para aumentar la agresividad a través de la sexualidad. La trampa a la ternura es el sentimiento. Si el sentimiento fuera importante no se separaría ninguna pareja. En cierta manera el sentimiento no es mas que un código represivo. ¡Ojalá las parejas vivieran en libertad, para compaginar los momentos en que cuando se encuentren, se quieran encontrar! En el siglo de la libertad nos tenemos que esconder. Lo más importante es potenciar la ternura, después ya vendrán los sentimientos, que desde la ternura se llega a la querencia. La querencia de la ternura no es posesiva. Si yo puedo compartir contigo, siendo un ser dador, y tú puedes compartir conmigo, no necesitamos poseernos, podemos compartir si queremos. La infidelidad no es estar con otra persona, sino que pudiendo estar con tu pareja no estés.

Para poder dar tienes que tener. Para poder dar tienes que llenarte de ti, y llenarte desde ti, no contra ti. Estamos en una sociedad donde nos llenamos contra nosotros, recibimos mil títulos universitarios, mil puestos de trabajo, pero nosotros no nos valoramos, solo nos valoramos si tenemos éxito. Cuando preguntamos “¿usted quién es?” hay gente que contesta: “yo soy ingeniero”, “yo soy médico”… ahora somos profesiones. La profesión está por encima de la persona. Tenemos que ampliar nuestros curriculums con muchos títulos de fuera, porque no creemos en nosotros. Lo primero que tenemos que hacer es querernos.

Cuando yo soy importante, entiendo la importancia de los demás, entonces puedo entrar en la ternura. Si yo no soy importante nunca me voy a sentir dador, y si no soy dador nunca voy a entrar en la ternura. Yo entro a la ternura queriéndome. Eso me da confianza para saber que si yo me quiero a mí, puedo querer a los demás; si no puedo querer necesito poseer, necesito que sean mías o míos.

Si yo no creo en mi, lo que estoy buscando es que el resto de las cosas puedan ser útiles para mí, y al final estoy queriendo trastocar todo lo de mi alrededor, y todo para mí es un reto: mi trabajo, mis amigos… En esta sociedad competitiva, necesitamos ser lo más importante, pero no para nosotros. Necesitamos que los demás digan qué importantes somos. Y esta competitividad sirve al poder, porque nos creemos insignificantes y queremos ser importantes para el medio... De ahí viene el consumo, de ahí viene la posición social, de ahí viene el atesoramiento del dinero, aún cuando sabemos que todo esto no ayuda a la persona. El medio se vuelve en contra tuyo, no te permite disfrutar de las cosas, las tienes que poseer. Si tu crees en ti, disfrutas de las cosas, utilizas las cosas para ti, no contra ti. Hay un hecho muy claro, la enfermedad se ríe de la posición social, del consumo, del dinero… Pero ya es una desgracia que uno tenga esta conciencia cuando está enfermo. En la enfermedad todo eso pasa a un segundo plano, y se envidia al pordiosero de la esquina, que tiene salud. Toda mi vida luchando y ahora al final me doy cuenta que no he disfrutado nada en mi vida.

Yo no necesito ser nada para poder ser. El creer en uno es ver sus potenciales y ejercitarlos. Hacer bien, si le quitas el código competitivo, es hacer lo que yo sé, nada más. Pero estamos esperando que la otra persona me llene mi espacio, espacio que yo no he llenado. Y si yo no he sido capaz, no me lo va a llenar nadie. Yo no puedo pedir que me den placer, si yo no me doy placer. Yo no puedo pedir que me entretengan, si yo no me sé entretener.

Debemos volver a explicar lo de disculpa y castigo. Nos sentimos castigadores o necesitamos que nos perdonen. Yo no tengo que perdonar, ni que me perdone nadie, yo soy así, acéptame como yo soy, y quiéreme como yo soy. Lo que conmigo no te guste, elimínalo, pero no a mí. Yo soy un dador, pídeme todo lo que quieras, y si no te lo doy pregúntame por qué. Igual hablando nos entendemos. Igual no te lo doy porque no sé, o porque me supone mucho esfuerzo y no me compensa. Esto establecerá un tipo de dialogo que no tenemos. No hay que ser comprensivos, hay que aceptar las personas como son. Si el otro no me quiere dar, tengo que aceptar mi espacio, no puedo pretender que el otro no me quiere, sólo porque no lo quiere compartir conmigo.

Estamos pidiendo lo que nosotros no nos damos. Yo me tengo que llenar de mí, para poder dar mucho, que es lo que a mí me hace ser feliz. No tenemos muy claro que el placer seamos nosotros, y esto es la clave. Porque si el placer soy yo, lo lógico es que yo pueda hablar del placer con toda naturalidad, y hablar del placer no es hablar de lo que yo hago, sino de lo que yo soy. ¿Pero cúal es la conversación después de un juego sexual? ¿De qué hablamos? De nada o de bobadas. ¿Qué es lo que yo siento? ¿Qué es lo que me hace que yo desee? ¿Cúantas veces hemos hablado de ésto? Cuando entramos en el campo del placer, buscamos disculpas como si yo no tuviera derecho a disfrutar.

Yo-dador es pedir. No recibir, es pedir. Yo te doy lo que tú quieras y te pido lo que quiero, y si no lo quieres hacer, lo hablamos. Genéricamente las mujeres no piden. El pedir no es esperar, y para pedir hay que saber que pedir. Hay que jugar a la igualdad sin buscar el "encanto del improvisar". Cuando estoy hablando de mi capacidad de encuentro y de mi capacidad de gozar no quiero improvisar, quiero disfrutar quiero ser una persona humana capaz de dar cariño y de que me den cariño. El placer hay que programarlo. Algo que no hacemos porque no nos permitimos que nos reconozcan como placenteros, porque nos da mucho miedo hablar de placer, que nos consideren unos "salidos", unas “salidas”. Es como el comer, nosotros en esta sociedad no comemos por hambre, comemos porque tenemos acostumbrado al cuerpo a ingerir una serie de alimentos en unos periodos del día. Lo mismo que pedimos al cuerpo esto podemos pedir nuestra capacidad de ser placenteros, pero eso, no nos lo permitimos ni con nosotros mismos. Porque ni tan siquiera es verdad que uno se masturba cuando quiere, se masturba cuando uno se lo permite, y lo hace mucho mas por carencia que por esencia.

La ternura, la tengo que cultivar, la tengo que programar. Trabajamos siete o más horas programadas al día, pero somos incapaces de programar la ternura y el hecho es que somos más tiernos que trabajadores. Somos tiernos, pero no lo sabemos, tenemos que cultivarlo. Y sí cultiváramos la ternura, haría ya años que habría desaparecido la violencia en el mundo.


Carlos Menéndez

Transcripción de la charla ofrecida en el edificio de "La Bolsa" (Bilbao) el 14 de Enero de 2000.
Boletín de Información Sustraia nº 3 y 4 publicados en Abril y Octubre de 2001. 
Edita: Asociación Sexológica SUSTRAIA. Asociación para el fomento de la educación, terapia e investigación sexológica
"No esta prohibida la reproducción total ni parcial de este boletín. Es más, es recomendable hacerlo. Pero por favor, citar la procedencia”.

4 comentarios:

  1. Carlos era un ser excepcional. Adelantado a su tiempo en todo lo referente a la sexualidad. Un hombre que expresaba ternura en todos los aspectos...

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  2. Así era Carlos, sí. Y no podemos más que estar agradecidos por los preciosos regalos que nos dejó...

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  3. Muchas gracias por compartir esta charla, ha sido un verdadero placer leerla.

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  4. Bastante interesante el blog, siempre preocupándose por aspectos de la sexualidad y que la vayamos descubriendo poco a poco; de otro lado quisiera presentarles vercomicsporno para que vayan a divertirse un poco.

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